Cayeron las hojas,
al principio verdes como tus ojos, luego solo tristes,
y tambien cayeron tus miradas a este suelo.
Callaron los árboles y los ríos ya no quisieron más hablar,
y el manantial dejó de reír y ahogó su esencia en mi rostro,
para hacerlo aun más cansado, haciendo brotar agua de mis ojos, al amanecer.
Caí rendida a los pies del miedo y la soledad,
y ahora todo me asusta.
Me asustan los silencios,
las sillas vacías, los caminos que no son pisados,
y los libros estáticos haciéndose trajes de polvo,
porque ya nunca serán leídos.
Me asusta el hueco que estás dejando,
y el aire corrompido que lo llena, me da pavor.
Siento escalofríos cuando miro a la gente,
perdida,
sola,
haciendo bailes locos pues ya nadie maneja sus cuerdas de marioneta.
Me horrorizan otras de mirada ávida, famélicas de carnaza,
al acecho de nuevas víctimas que descuartizar,
para luego esparcir sus trozos en cunetas sangrantes sin perder la sonrisa
ni su rostro angelical,
lanzándolos cual pétalos de rosa de la muerte, mientras le silban al cielo.
Y me da mucho miedo la cama,
no tiene sentido dormir, no tiene sentido soñar,
solo tiene sentido hacer ojera, negra, como la noche,
como el futuro.
Oscura como tú.