no llevaba sombrero porque ya no entraba dentro de sus planes,
y porque, mayormente, no estaba de moda,
y le causaba locura justo encima de una ceja,
de la izquierda.
La última vez que le vi,
apartaba a manotazos todas sus mentiras de la cara,
porque se la estaban devorando,
sin tregua,
y se le estaban comiendo su falta de dignidad y su escaso carácter.
La última vez que le vi, ya no usaba pantalones,
porque ya solo era aire,
rancio,
bolsillos enjaretados y terroríficamente vacíos.
La última vez que le vi,
paseaba taciturno por su mundo blanco y gris,
y blanco otra vez,
sin demasiadas expectativas,
lleno de odio, que era su pasto y sustento,
envuelto en sí,
con cuidado de no volver a caerse.
Dicen que viene y va,
sin pararse demasiado ni a mirar,
buscando un espejo donde morirse de asco,
buscando siempre un perdón que no llega,
buscando encontrarse a sí mismo.
Árdua tarea la suya sin orinarse encima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario