lunes, 6 de septiembre de 2010

SIN PENA NI GLORIA

La última vez que le vi,



no llevaba sombrero porque ya no entraba dentro de sus planes,


y porque, mayormente, no estaba de moda,


y le causaba locura justo encima de una ceja,


de la izquierda.






La última vez que le vi,



apartaba a manotazos todas sus mentiras de la cara,



porque se la estaban devorando,



sin tregua,



y se le estaban comiendo su falta de dignidad y su escaso carácter.







La última vez que le vi, ya no usaba pantalones,



porque ya solo era aire,



rancio,



bolsillos enjaretados y terroríficamente vacíos.







La última vez que le vi,



paseaba taciturno por su mundo blanco y gris,



y blanco otra vez,



sin demasiadas expectativas,



lleno de odio, que era su pasto y sustento,



envuelto en sí,



con cuidado de no volver a caerse.





Dicen que viene y va,


sin pararse demasiado ni a mirar,


buscando un espejo donde morirse de asco,


buscando siempre un perdón que no llega,


buscando encontrarse a sí mismo.






Árdua tarea la suya sin orinarse encima.




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