ya de madrugada,
me gusta pensar
que los hombres dícese "normales"
duermen junto a sus esposas
y descansan al calor...
Saben de su simiente.
Salvos, los hijos,
en la habitación de al lado,
y yo,
que soy un hombre extraño,
y desmesuradamente promíscuo,
observo sus vidas
con atención,
desde mi ático polvoriento,
y realmente,
me fascina.
Leo sus vidas
como quién mira una revista
(esperando que le empasten una muela...)
y paso sus páginas grises
con todo el desprecio
que soy capaz de escupir en la yema de mis dedos.
Me gusta pensar que son felices
y lo desgraciado que quiero ser yo,
solo yo,
porque me viene en gana,
¿por no tener un Audi
o un pareado...?
Creo que no.
Sobre todo me gusta pensar
lo que me gusta pensar...
y cuánto suelo
ojear dichas revistas,
a diario,
y de lejos...
francamente
resulta
apasionante.
No me gusta la prensa rosa.
La amarilla tampoco.
Me voy a la cama,
que tengo que quereme mucho.
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