domingo, 16 de julio de 2017

LAS 15:52



Verde era la colina, 
donde, sin pensarlo demasiado,
vomité tu recuerdo,

mas no me abandonó.

Rojos eran los zapatos, 
que arrastraban mi cuerpo amarillo y penitente,

mas no me llevaron a ningún lado.

Gris, sólo gris y sucio 
el suelo del tren que, 
entre vaivenes y cimbreos de tono violeta,
me acunó en el arrullo
que quise durara siempre,

mas no fue así.

Llegué a la ciudad.

No había color.

sábado, 8 de julio de 2017

PENITENCIA




Sangré por cada poro de mi piel 
y una a una 
todas las rosas que no guardaré,
las cosas que ya no veré,
los hijos que ya no tendré,
y los besos que ya no daré.

Desaté las venas del deterioro 
y lanzándolas al viento
las hice volar.

Mi corazón era un cometa 
y al bombeo
llovía plasma
empapando los bosques con mi propio linaje.

Me encaré con el cielo, 
con los pies entre charcos y el ceño fruncido
y le cuestioné.

Él siguió a lo suyo.

Yo rota, calada y en cuadrupedia
me agarré bien al barro encarnado
y surgió el desencanto de mis huesos hechos trizas.

El dolor era un calvario,
un empeño del destino infecto, 
una penitencia, 
una oración a destiempo, 
la comunión de un niño estropeado.

Y no hay nada que se me pueda decir,
ninguna palabra vuestra bastará para sanarme. 

Me obcequé buscando alivio
como los lobos se empeñan en aullar  
lo que a mí me consume por dentro.