sábado, 18 de diciembre de 2010

UNA NUBE EN LA MANO

Como la nube que aparece
sedosa,
blanca,

espumosa,
y se disipa entre el viento
intentando subsistir
en un mar de aire,
sin remedio,

eclosionándo en mil gotas tristes,
tanto como tu cara
que harta de expresar pena
dice ya no puedo más.

Como la luna,
que se pare a sí misma cada noche
en medio de oscuridad universal,
para no durar más que unas horas,
como espejismo en el desierto cansado
que fue tu vida.

Fue tan efímero que no tiene hueco en la historia,
ni cabida en mi mano.

domingo, 12 de diciembre de 2010

SON SOLO OLAS

Esa sirena serena,
sinuosa,
saltando sin saber su sino
siente su ausencia sonora,
su asombroso sin_estar,
su ausencia sensata siempre,
su soledad sin son,
sinsustancia,
sin siquiera haberse ausentado,
ni asustado.

Será,
supongo,
su sed sin sabor
su simiente siempre senil sin suerte,
su sólida solera sincera
sus noches sin danzas sensuales
sus dias sin sabios rivales.

Sin salvar su existencia simula ser pusilánime,

trasnochada,
amasando secuaces,
sisa sonrisas, escupe sandeces,
muestra ases, sotas, reyes,
caballos desbocados,
naipes desemparejados...


Sitúase siempre
desastre sagaz ,
sobre su sarcófago espumoso,
serpenteando atraviesa olas, mares, océanos,
arrasando mundos sin más.

Sube,

aspira sus humos,
suspiros impuros,
duros,
imposibles ,
plausibles,
sabiéndose más, sabiéndose sal.

Almas sacrificadas,
sagradas,
santificad este caos.

Nubes,
suben sirena,
sudan saladas,
sol satírico,
su enquistada soledad.

domingo, 5 de diciembre de 2010

EL BAR

Intensas sus paredes.


Mil arroyos de sudor,

saliva y alguna lágrima

enmarcan solo a los grandes
que permanecen inmóviles inundando la estancia,

como el olor a café,
y nos contemplan danzar,
sacando sus lenguas,
gozando.


Ecos de mil risas,  

ilusiones que quedan en nada
y corazones dulces que aguardan palpitar

a la magia de los músicos. Tan adorados.


La música, la máquina que nos mueve.


Algún otro corazón late solo siendo víscera,
carne cruda sin más.


A veces paz a veces feria.


Solo algunas veces, guerra.



Amigos haciendo masa, haciéndose uno,

celebrando un viernes, un día cualquiera,

refrescando sus frustraciones, o no,

con la cerveza más fría.



Rock and roll.  



Algún ser amarillo y anodino 

es necesario en el entorno.


Alguna hiena,       también.


Encuentros de artistas,  lectores,  currantes,

escritores, señoras de sus quehaceres,

desheredados, desahuciados, “yos”…
encuentros que se celebran a un grito común.





Y a la tarde, la calma.




Frío, calor, humo y humedad, 

todo cabe, menos succionar almas.



Eso
está
prohibido.




Amores y desamores en medio de un blues.


Abrazos y besos. Y tras la barra, tú.


Ese es nuestro sitio.

Es nuestro lugar.



Somos los cimientos, la pasta, el ladrillo,

y casi somos el aire que lo llena.




Ese será el mausoleo de nuestras almas
que vagarán ebrias entre sus fotos,

entre sus paredes, entre sus pilares y bajo su
techo desconchado hasta el fin de sus días.



Hasta que la música circense

acabe con la catarsis

y se escuche por última vez
el impacto del metal contra el suelo,
                                       tan  frío.