Caer.
Abandonarse al vértigo vacío,
de espaldas,
con los brazos en cruz,
los ojos cerrados
y la sonrisa puesta.
Dejarse.
Vestirse de un infinito desconocido
con las dudas en los bolsillos
sin saber si me recogeras al llegar.
Doblar esquinas
con los dientes.
Nadar dentro de unos ojos
que no son los míos,
mas me sientan bien.
No saber si apostar o apostillar.
Permitirle al miedo entrar en mi casa
sólo por olerte detrás de las orejas.
Volverse oportunidad.
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