jueves, 14 de julio de 2011

LA SINRAZÓN

Mucha sangre.

Culpa mía por andar descalza entre el lodo y los cristales destrozando unos pies que ansían pisar solo mar y arena verde.

Culpa mía por creer en ti, ave zafia, partida defectuosa de cuantas pudieron ser paridas.

Culpa mía por dejarme preñar del asco, de  la náusea, del veneno, del hedor y la ponzoña.

Pronto nacerán y probablemente las adoptes y les des de comer de tu cráneo.

Culpa mía por hipotecar mi luz en tu oscuridad.

Soplo.

Apago tu vela.

Cierro puertas.

No se abrirán más para ti.

Mañana caminaré  con cautela,  me guiaré sólo por mi luz en medio de sombras que acechan, de demonios venidos a menos, de rufianes hijos de perra y de una marioneta llamada mamá, a la que un día se le caerán sus cuerdas.

Será tarde. Estarán royendo tu calavera. Estarás muerta.

 Ruidos. Silencios son las respuestas. Otras no sirven. No hay oído que atienda.  Las verdades andan naufragando, ahogándose en las gargantas porque solo hay balsa para la mentira. Y flota igual que la mierda. No hay ojos que miren. No hay más ciego que el que no quiere ver.

No me verán caer.

Porque al final sus ojos serán devorados por los cuervos que han criado, con tanto mimo.

Pero oirán otra vez su ruido, el estrépito de su caída, que será la tormenta que despertará al mundo y con la lluvia que caiga haré el baile de las hadas mirando de frente al cielo, con los brazos abiertos.

Vestida de blanco y mojada de mi lluvia.

Feliz. 



Hago un tirabuzón con mis venas, huecas, porque les falta la sangre cantarina que se me ha ido lejos.

Inservibles.  A mil kilómetros.

Construyo mi mañana.

Sueño.

domingo, 3 de julio de 2011

BASADO EN HECHOS FICTICIOS (QUE NO SON REALES)




Un día (que no era un día cualquiera) tras despertar, pegué un salto de la cama, y al mirarme en el espejo, me sorprendió tanto el reflejo, que arrugada y enfadada con el tiempo, cogí con gran rabia mi reloj de pulsera, y apartando las cortinas del balcón, lo arrojé al vacío.

Me asomé y una sonrisa se dibujó en mi cara al verlo destrozado en la acera.



Entonces una niña con vestido blanco y lazo, pasó, vió, se agachó y muy contenta lo recogió, jugó con él hasta que se cansó y a los pies de un árbol del parque (que no era el Hyde) lo tiró.

Un hombre orondo y sudoroso (que no era Jesús Gil, porque dicen que se murió...) pasó apurado con su caniche que su pata alzó y encima del reloj orinó. El hombre cansado se sentó en la terraza del Café pero se tomo un té. Y su perro ladraba con mucha gana, a una rubia en minifalda, que su figura meneaba, hasta que en un árbol, a esperar, se apoyó. Al pararse, tropezó con el roto reloj, destrozándose el tacón (que no era de aguja), y muy enfadada pataleó. Llegó su novio y la consoló. Asió el reloj, y con mucha fuerza al lago (que no era azul) lo lanzó, y el maldito reloj desapareció.



Una carpa (que tampoco era dorada) dentro del agua nadaba, y al ver algo que brillaba, se lo comió. Y al rato picó el anzuelo que un señor dejó.



Era tarde, no sabia qué hora era, ya no tenía medidor, y mi marido llegó orgulloso con la pieza que tanto tiempo tardó, pero que finalmente pescó.

Yo, orgullosa de mi fiera, me puse a preparar la cena, y en el vientre de aquel pez, sin pudor, hinqué la tijera...



Algo duro había ahí dentro, no me imaginé qué era... hasta que al abrirlo vi perpleja que era mi reloj...¡¡qué horror!!



De nada sirvió mi intento

de querer escapar del tiempo.



Cenamos pescado, y nos fuimos a dormir.


Al día siguiente llevé mi reloj (que sí era dorado) al relojero, y le dije que ¡ay! de él, si no lo arreglaba con esmero.