que no quiero ver más.
Que me cosan los ojos,
que detestan mirar.
Que se cierren,
si no durmiendo,
muriendo.
Y cuando así suceda,
en este ocaso forzado,
cubran mi descanso
con monedas de mis bolsillos.
Una por párpado,
que no quiero deudas con Caronte.
Y que me saque de aquí,
y denle,
sin falta,
las gracias en mi nombre.
Entonces que aúllen los perros.
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