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Villaricos (Cuevas de Almanzor) Almería |
Que la roca se bañe en ese engalane perpetuo que le da la ola,
la que se vista de sol
y de luz
y de verde mar.
Que brille.
Que baile la ola,
esa que llega, araña al guijarro y se va airosa
emitiendo melodías cíclicas e hipnóticas.
Que baile, en el movimiento eterno que le da un viento,
cálido a veces, siempre mecedor.
Merecedor.
Que descanse luego y se recoja sobre sí (misma)
haciendo nudos de gotas infinitas en la orilla,
rozando mis pies,
meciéndose eterna.
Delicada.
Que siga soplando el viento, que se enfade el aire
y se deje caer en picado al océano,
llenándolo todo de espuma de mar y de cabezas despeinadas.
Que llueva, joder, que llueva.
Que el mar moje mi tierra siempre,
que no pierda su esencia,
ni su entidad,
su olor dulce,
su olor salado
y vivo.
Que sus colores no se pierdan,
ni sus brillos de plata al atardecer
y que siga siendo fiel espejo de la luna
esa que siempre se mira en él.
Que la hierba peine su melena
con el susurro que le da el viento del norte
de los prados salvajes...
Y que todos lo vean con ojos de agua transparente.
Que lo pinte el pintor.
Que lo escriba el poeta.
Que lo toquen los músicos.
Que lo esculpa el artista.
Que lo dance la bailarina,
de noche,
en silencio,
de puntillas.
Que quede huella,
limpia,
siempre.