jueves, 31 de mayo de 2012

INCERTIDUMBRE

Un error.

Ladear la cabeza al ver la sangre y el barro manando de su nuca,
nunca cambiará los acontecimientos.

Pude hacerlo cuando mis pestañas eran tan felices como golfas.

Cuando las anclas cacofónicas ocupaban el océano en un tiempo paralelo y relativo que dijo no poder más.
Sentándose a descansar de tanto color azul.


Deteniéndose,
cuando las horas solo eran palabras
y los días explosiones de una risa acorazonada de color miel.
Muy meloso.

Pude,
en el momento en que la lila libélula libaba la luz de la lúdica luna lacerada al amanecer.
Languideciendo a la alborada.

Sólo pude un segundo,
en que el sol se quemó con el agua del mar  haciendo efervescentes las olas,
sólo un segundo,
hasta que volvieron a dormirse entre la sal de mis piernas.
Entonces vomité de alegría.

Ahora queda el vacío lastimero de la incógnita,
de la palabra no dicha.
De una incertidumbre infundada, inútil, incauta,
finalmente, innata e inherente.

Queda el hueco,
cóncavo, oscuro, odioso, fastidioso, vano y necio
que me hace pusilánime hasta la media noche
o hasta el mediodía,  si cambian mis meridianos,
pero en medio de un miedo que no es el mío.

Que nunca lo fue.
Que no quiero que lo sea...

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