Pasa que, a veces, conduciría el coraje cual cuchillo a la yema de mis dedos para poder entrar con rabia en las barrigas de los "donnadies" y sacarles todas las tripas al sol, un lunes a mediodía, para dejarlos vacíos. Para sacarles su corazón y luego comérmelo.
Sí.
Pasa que, a veces, descanso en mármol y el frío blanco me estremece y excita, y me envuelvo en pecado varicoso, y custodio mis miedos intravenosos para que no me abandonen, para que sigan estremeciéndome, para no olvidar la cautela que, "non grata", me guiña un ojo desde lejos. Y me recuerda que he de ser Ser. Y también la degollaría. Soez y socarrona.
Sí.
Debió ser la luna, que susurró en mis oídos alertas que tanta luz no era buena, que los dedos son artífices de la risa aún con lágrimas en la comisura de tus poros olvidados. Opacos al polvo y a la sangre.
Piel desnuda. Pies descalzos. Sudor. Placer. Soy.
Sí.
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