hurañas, sin saña,
caían como plumas
desde tu tejado, amor.
Que quise coger cada una.
Que quise vivir de ellas.
Que quise que se quedaran...
No.
Se va el amor.
Desaparece la musa
que inspira a poetas incautos,
que van donando emociones,
sin esperar nada a cambio.
En cambio,
fluyen sus versos sin cauce,
como ese amor que no encuentran,
como el agua de la lluvia,
que al final,
se estanca en un charco
y se consume irremediablemente
por los rayos de un sol cegador.
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