y ahora brilla con espasmos y cataclismos entre sus piernas.
y sus éxtasis provocan la envidia del mismo cielo,
de las diosas
y de las mujeres que miran atónitas
no dando crédito.
Aurora lucha por gozar
y roza sus muslos con los lomos de los abedules
y llueven ríos de sus entrañas.
Aurora vuela, se ríe y cae.
Se rinde, y se abandona al placer y al sueño.
Aurora duerme ahora.
Ahora, es toda luz.
Recogida sobre sí misma y en “decúbito supino”
el ocaso le guarda sus pechos,
pernoctando amoroso a su lado,
callado,
para no despertarla.
Silencio…
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