martes, 2 de noviembre de 2010

UN PUERTO DE DESCANSO

La encontraste,

sin aire,

casi sin vida,

con la espalda rota,

y una flor en la mano.

Y con mucho dolor.

Con las costillas partidas

de solo respirar

y oprimir llantos…



Entonces cantaste su nombre

y fue capaz de oler la dulzura de tu voz,

y abandonada en dos ojos

pudo al fin dormir.

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