Llegaste tarde
con ese olor a mandarina que dejaba tu abrazo,
con el gozo asomando por el rabillo de un ojo,
con mil risas custodiadas para exhibirlas conmigo,
con tu deseo.
Llegaste
con los bolsillos reventados por las ganas,
con las olas batidas a punto de nieve
para derramarlas amoroso por mi espalda,
bebiendo gotas de lluvia plata.
Viniste
mostrando un corazón latiendo
vivo, entre la palma de tus manos
abiertas.
Llegaste tarde,
una vida y media tarde...
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