domingo, 16 de julio de 2017

LAS 15:52



Verde era la colina, 
donde, sin pensarlo demasiado,
vomité tu recuerdo,

mas no me abandonó.

Rojos eran los zapatos, 
que arrastraban mi cuerpo amarillo y penitente,

mas no me llevaron a ningún lado.

Gris, sólo gris y sucio 
el suelo del tren que, 
entre vaivenes y cimbreos de tono violeta,
me acunó en el arrullo
que quise durara siempre,

mas no fue así.

Llegué a la ciudad.

No había color.

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