La sorprendí de rodillas
Y con gesto infantil
Movía sus dedos como hilvanando palabras en el aire
Estaba sola
Y sólo intentaba ordenar sus pensamientos
Era etérea, casi transparente
Y tenía los pies sucios
Mas le favorecía la luz del sol que jugaba entre las ramas del árbol que la acogía
Por un momento me aparté de su magia
Y me derrumbé entre arroyos diminutos y hojas de roble
Besé el suelo de otoño
Y cerré fuerte los puños
Resistiéndome a caer más
Cuando al fin alcé la vista
Ella se había ido
Dejando su desorden en el aire que ahora respiro
Dejándome sus dudas, desafíos y montones de sueños por cumplir.
Herencia de un otoño extraño
Frente a dolores remotos que pronto
desaparecerán entre el tic y el tac de las agujas puntiagudas
de este reloj lascivo e incansable llamado tiempo
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