Sangré por cada poro de mi piel
y una a una
todas las rosas que no guardaré,
las cosas que ya no veré,
los hijos que ya no tendré,
y los besos que ya no daré.
Desaté las venas del deterioro
y lanzándolas al viento
las hice volar.
Mi corazón era un cometa
y al bombeo
llovía plasma
empapando los bosques con mi propio linaje.
Me encaré con el cielo,
con los pies entre charcos y el ceño fruncido
y le cuestioné.
Él siguió a lo suyo.
Yo rota, calada y en cuadrupedia
me agarré bien al barro encarnado
y surgió el desencanto de mis huesos hechos trizas.
El dolor era un calvario,
un empeño del destino infecto,
una penitencia,
una oración a destiempo,
la comunión de un niño estropeado.
Y no hay nada que se me pueda decir,
ninguna palabra vuestra bastará para sanarme.
Me obcequé buscando alivio
como los lobos se empeñan en aullar
lo que a mí me consume por dentro.
Te felicito, cada día te superas. Me gusta como te expresas. Eres toda una escritora aunque no te lo creas..
ResponderEliminarQue siga tu inspiración y nos puedas seguir deleitando con tus creaciones.