De vez en cuando me dejo caer.
Hacia arriba.
En un levitar surrealista me vuelvo transparente
agua
nube
a veces tormenta,
y desaparecen mis ojos humanos que tanto anhelan dejar de ver.
Y los huesos dejan de ser lastre.
Y dejo atrás el miedo,
el vértigo,
sólo soy viento y soplo a mi antojo,
viento,
que a veces baja, y acaricia las crestas de las olas
o las briznas de la hierba nueva,
viento,
que despeina tu pelo entre risas esperando que me respires.
A veces me vuelvo alondra
y al último rayo de sol bajo en picado a mi nido
que está anclado en el suelo y cubro con las alas a los míos,
pasando la noche en vela
a la espera de la mañana de vainilla y mandarina
para poder volver a entonar mi canto.
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