Desperté alterada de un letargo pesado y apático.
Gris.
Temprano supe que mi sombra
tenía el color del agua
del charco
que vuelve a ser espejo del sol.
Y bailamos juntas para ver qué me contaba.
Sabía de mi inconsciencia.
Sabía de mis anhelos.
Sabía de mis vacíos pero...
nunca supo que iba a quererte,
ni que me iba a estrellar de frente
con los cristales que encierran tu alma,
esos que la gente que no puede ver, les llama ojos, sin más.
No sabía que había un lazo invisible que unía tus manos a las mías,
ni que tuvieran que tocarse para poder creérselo.
No sabía que vivías, en silencio, en mi memoria estropeada,
ni que el viento,
que hoy sopla fuerte,
fuera a traerme tus besos, tan dulces como este otoño.
Sabía que me faltabas,
pero no sabía que eras tú.