Luego tampoco sonaban las risas de los niños, las olas del mar, las canciones bonitas de amor, las mariposas enmudecieron y me endurecieron…dejé de oír las conversaciones que tanto me aburrían, ya no oía el miedo, ni el dolor, ni escuchaba el respeto por ningún lado, ya no oía retorciéndose al asco y la repulsa que a veces siento, simplemente dejé de oír…
No podía escuchar el viento, ni las tormentas, los truenos y el cielo ya no estremecían, ya no oía ni sol ni luna, no oía noche, no oía fresas, ni chocolate, no oía abrazos, ni cariño, la lluvia ya no cantaba, no podía oír tu pelo… se me hizo extraño dejar de oír al habitante impávido que llevo dentro de este pellejo mortal… que tanto se manifiesta a veces, entorpeciendo mis torpes andares, y quise dejar también de oírlo, dejé de oír las impertinencias tan fastidiosas e hirientes que hacen mella imborrable, dejé de oír la razón, la sinrazón, las disculpas tratadas con soberbia, ya no oía hipocresía, no oía la deleznable cobardía… fue grato ensordecer…
Silencio
… Llegué al mar y no oía barcos, no oía el humo ni las rocas aliñadas con sal, ya no se oían llantos, ni partos, mis pies callaron y mi piel tampoco oía tus caricias así que ya todo dejó de contar… llegando a la conclusión de que no era yo quién no oía, fue el mundo quién dejó de hablar…
El teatro en playback continuaba…
El teatro en playback continuaba…