Aún mantengo las trenzas deshechas
el dolor de hoja perenne intacto
y la postura al borde de la crisis estructural.
Hacha en mano.
Porque no hay quien le peine la cabellera a un indio
aunque camine entre niebla, con escasos recursos
y las manos muy sueltas.
Hago un ovillo de brazos y piernas largos y pseudo rotos
y siento la proteccidón universal de mi espalda
expuesta
poderosa...
mientras juego con el aburrimiento
y le voy ganando la partida.
Vendo todas las penas, menos las mías
Compro todas las risas, menos las tuyas
Emigro
sin moverme de mi sitio que es esta senda infinita.