jueves, 18 de febrero de 2016

MUÑECA ROTA


Cogí velocidad y quise estrellar mi frente al cristal.
Sangré necia y presa de las pesadillas para reventar los pensamientos lentos, pesados, malvados y color gris oscuro que me envolvían, pero desperté apoyada en el mismo cristal que era mi cárcel transparente, mi puerta al exterior, mi sol, mi frío, mi nieve, mi lluvia. Ires y venires de personas horribles, fumadores, gitanos, técnicos de mantenimiento y un gato.
Los árboles inmóviles quisieron hablarme, advertirme.  
¡Hablad joder!
Nada.
Días de silencio...pero hubo de venir el viento y azotarlos por mí tan ferozmente que expresaron el horror con el movimiento fantasmagórico de sus ramas.
Qué gris era el cielo, qué pequeña yo, qué mojado estaba todo.
El olor a víscera estaba latente, todo resultó ser una náusea perpetua en la que no quería vivir. 

Todo 
       daba 
              asco.

Muñeca de trapo con piernas y brazos rotos a la que hubo que coser para que no saliera el serrín mohoso.
Muñeca rota de pasos torpes.
Muñecas con venas estropeadas, moradas.
Ortopedias para muñecas.
Agujas.
Llantos de bebés a diario.
Vida y muerte tropezando pidiéndose mil perdones por estar ahí, juntas.
Falta de sueño, incertidumbre, dolor.
Llantos y risas simultáneos.
Locura.
Mis entrañas se enfadaron conmigo y yo las quise desterrar para siempre.

Por fin luz, poca, pero fui capaz de verla porque pude leer un libro. 
Luego los olores eran a flor, la manada había vuelto. Me sentí bendecida.

El cristal se rompió y me fui de allí.