El invierno resultó aun más triste,
la nieve quemaba más que nunca,
la montaña se reía,
las personas íbamos secas,
sin sintonía
acompañados de unos
pasos que no emitían ruidos,temerosos,
en procesión.
Las manos,
laxas,
temblorosas.
Sin gesto.
Por
cada
respiración, una
lágrima.Por cada
lágrima, un suspiro errante.Suspiros huecos que no llevaban a nada.
Entre tanta lentitud,
caminábamos con
cuidado de no pisar las almasde los ancestros que iban
asomando para
acompañarnos, y nos hicimos amigas.
La sombra de una
guadaña acechaba.Entre niebla y recogidos,
llegamos
al acantilado burlón, y lo bordeamos sin cuidado...
el vértigo estaba adentro.
En un filo imposible acordamos seguir
adelantepara
darnos cuenta
que, sólo
un poco más tarde, saldría el sol
.