El tiempo iba pasando,
lacerando mi piel,
haciendo trizas el alma del cual ni siquiera soy dueña.
Nunca lo fui.
El tiempo
se empeñó en meterse
dentro del reloj que cuelga de las paredes tristes
de los salones estáticos
y sin escrúpulos llenó mis poros de telarañas y polvo,
hizo pequeños mis ojos y dejé de ver.
El tiempo se gastó .
Como moneda de cambio
se invirtió en falacias,
en fulanos y fulanas llenas de ingratitud,
en trabajos mal pagados,
en hipócritas de profesión,
en sonrisas pintadas de rosa,
en marionetas
y en funambulistas torpes de la soledad.
Pasó,
deteriorando a su paso
cualquier atisbo de vida.