miércoles, 16 de marzo de 2011

SORDOS AULLIDOS

Con las manos clavadas


entre sus muslos


y la mirada  mermada,

oprimió el bramido que surgió


del impacto de sus omóplatos,

y aquel silencio fue el grito



rasgado


que su corazón ahoga.


Miedo   y  cobardía.


Ató sus dientes con palabras no dichas


y se los dio de comer a los perros.

(Porque el eco era insoportable.)


Desde entonces aúllan antes de dormir,

lacrando  sus labios para siempre.